miércoles, 8 de agosto de 2012

Indicaciones que te erizan la piel

Un pequeño paso para una sociedad ideal. Con más gente así, empujando a otros a ser igualmente agradables, el mundo sería mucho mejor.



martes, 26 de junio de 2012

Arde Lucus MMXII (II)

Tal y como dije en la entrada anterior, en la presente daré cuenta de algunas de las actividades del festival de Arde Lucus de este año.


Antes de nada, he de señalar que llegué a Lugo el sábado a mediodía, y no comencé mi andanza de actividad en actividad hasta después de la comida. Así pues, a todo lo que yo pueda contar cabe añadir al menos un día y una mañana más de festejos.

Este juguete no viene a cuento, pero tampoco tenía dónde meterlo.

A eso de las cuatro y media salí de casa y di un primer paseo de reconocimiento por la Plaza Mayor (el cantón) y Campo Castelo, por ver qué tal estaba el ambiente. A pesar del calor (caía un sol de justicia) había bastante gente ya a esas horas, especialmente en las terrazas y en las mesas entoldadas dispuestas para la ocasión. Hay un gran número de bares y tabernas que participan en el festival, ofreciendo degustaciones y algún que otro detalle especial para la ocasión. Detrás del Ayuntamiento, además, se dispuso un puesto bestial que estuvo cociendo y friendo bichos sin descanso (entiéndase: preparando chorizo, costillas y pulpo).


No tardé en ponerme a buscar el lugar donde paraba la primera actividad que me propuse ver: los bautizos celtas, a cargo de la asociación Ilusión-Arte. Afortunadamente iba con tiempo, y es que cuando no sabes dónde queda exactamente el lugar, es algo complicado de localizar. Has de tomar una callejuela que da a una plazoleta (la Plaza de O Cantiño) y desde allí acceder al paseo interior de la muralla. El sitio es recogido y tranquilo, y no había demasiada gente cuando llegué. Quienes quisieran participar no tenían más que hacer cola ante un arco florido, e iban pasando poco a poco al espacio en que una sacerdotisa ungía sus frentes con agua y luego, con una mano en la frente y otra tomándoles una mano, pronunciaba una fórmula. A continuación continuaban hasta un pequeño puesto donde les entregaban un certificado y cogían una piedrecita con una runa (escandinava, todo sea dicho) inscrita. A la salida, podían consultar el significado de la runa, lo que ésta otorgaría.


La misma asociación celebra también bodas celtas, a las que no asistí. Según me contó una pareja que tenía cerca, has de participar en el ritual cada año, hasta llegar a la séptima ceremonia, que vincularía para el resto de la vida. Se ve que los celtas ya pensaban en las parejas que se profesan amor eterno de dos meses ;)

Tras un rato allí me encaminé a la Plaza de Santa María, junto a la catedral, para llegar al acto de fundación de la ciudad y un pregón (ya empezado) seguido de la recepción de las legiones romanas y de las tribus castreñas. Decir que paseando por la ciudad resulta difícil no coincidir con algún desfile, como los de la Cohors III Lucensium (que a la una menos cuarto de la mañana realiza una marcha con antorchas especialmente atractiva, el Desfile del Fuego), los de la asociación Civitas Limicorum o los de los tambores de Viana do Castelo.


Después de algún que otro tumbo más por la ciudad, visitando entre otros sitios la plaza que hay delante de la estación de autobuses (creo que es la de la Constitución), donde estaba asentado el campamento de los artifex: los herreros, mostrando cómo desempeñan su labor al aire libre, y (creo) el colegio de restauradores, trabajando la piedra. Por el camino me encontré también con viejos conocidos del mercado romano de Calagurris, que esta vez iban caracterizados como castreños y realizaban algún que otro número por las calles.



Hacia las siete y media ocupé posiciones de nuevo en la Plaza de Santa María, para asistir al espectáculo que ofrecían los lanistae. Seis gladiadores, hombres y mujeres, salieron a la lid con sus diferentes armas y se batieron allí para regocijo del público. En líneas generales me pareció históricamente riguroso y muy instructivo (¡quién lo iba a decir de una actividad así!), pero la coreografía dejaba un poco que desear, así que no tardé en marcharme para echar un vistazo al campamento romano en la Plaza Mayor, que aún no había visitado. Cerraban al poco tiempo para que se reagrupara allí la Cohors III antes de otra marcha, así que me dejé las fotos para el día siguiente (pero pongo alguna ahora aunque sean del domingo, para matar el gusanillo).


El casco de Gladiator me pareció una pifia, pero el resto estaba bastante bien.


Tras esto volví a casa un rato. Volví a salir después de la cena, para no perderme lo que prometía el programa para esa noche: la Quema de la Moenium, una ofrenda a los dioses castreños, la subasta de esclavos, correcalles a la luz de las antorchas, una queimada… pero todo ello, que fue realmente maravilloso, me lo guardo por no extenderme demasiado para la siguiente entrada.

En la próxima entrada...

lunes, 25 de junio de 2012

Arde Lucus MMXII (I)

¡Servus! Voy a salir de la tónica habitual del blog para dedicar una entrada al festival de Arde Lucus, evento que tuvo lugar este fin de semana en Lugo.

El cartel de este año, con diseño de Iván Mouronte.

Se trata de una fiesta viene celebrándose ya bastantes años (creo que empezó en 2001 ó 2002), y que durante tres días conmemora el origen romano de la ciudad reconstruyendo escenas de la vida romana y castreña. Normalmente me decepcionan un poco este tipo de recreaciones, que apenas se quedan en un montón de puestos de productos diversos y cuatro actividades; y he de reconocer que los romanos apenas me llaman la atención más allá de en los cómics de Astérix. Sin embargo, este festival es digno de reconocimiento, para empezar, por dos razones. La primera de ellas es sus dimensiones, el espacio que ocupa: lejos de congregarse en una única calle o plaza de la ciudad, abarrotada, sí, pero una zona pequeña a fin de cuentas, en este caso los puestos y actividades se ubican en varios focos repartidos dentro y fuera de las murallas (para los que no hayan estado en Lugo, decir que la muralla, de algo más de dos kilómetros de perímetro, alberga el casco antiguo de la ciudad y, salvo pequeñas reformas, se mantiene en magnífico estado desde su alzamiento). Volveré más tarde a ello. En segundo lugar, y más importante aún, es impresionante cómo se vuelca la gente en la celebración. Los primeros años se juntaban cuatro gatos con sus galas, pocos más aparte de aquellos que pertenecen a asociaciones colaboradoras. Sin embargo, los lucenses se han ido volcando progresivamente, y ahora la mitad de los asistentes lucen atavíos romanos, especialmente de patricios y soldados. Uno no puede dejar de asombrarse por la cantidad de gente de todas las edades que se engalana para la ocasión, algunos de ellos con verdadero arte. Ello contribuye a que siempre haya algo nuevo que ver, entre las diferentes agrupaciones que organizan pasacalles y los grupos de amigos que, caracterizados de forma conjunta, montan espectáculos por doquier (fuera de programa, como dirían Les Luthiers); o incluso los colegios, que participan en el festival desfilando el último día luciendo colores distintivos.


Puesto ornamental en el Macellvm. En la Plaza Mayor, el cantón para los amigos.
Un grupo de soldados romanos de lo más resalaos, que se avinieron a posar para que tuviese una foto decente.

También es encomiable la labor de organización y la atención a los detalles (estaba pensando en las monedas que acuñan, y que pueden ser usadas en algunos puestos; pero eso no viene a cuento ahora, que me desvío). Aparte de los programas que pueden descargarse en la página web o adquirirse en un puesto de la Plaza Mayor, este año alguien desarrolló además una aplicación para iPhone y Android con la programación de los tres días (22, 23 y 24 de junio este año) y enlaces a Google Maps con la ubicación de cada uno de ellos (algo MUY de agradecer, especialmente si no se conoce demasiado bien la ciudad). Con un dispositivo considerablemente reducido son capaces de mantener todo en orden, sin incidentes de ningún tipo, y aún tienen tiempo para informar a los despistados que no se aclaran con los lugares y las horas (servidor). Más aún, pese a las dimensiones del evento y la dificultad de coordinación que ello conlleva apenas hubo desajustes en el horario, y tengo la impresión de que alguno fue algo premeditado para permitir al público llegar a tiempo cuando una actividad anterior había sufrido un retraso. Sí me pareció que hubo cambios en la programación, posiblemente por problemas de última hora, de tal modo que el nombre de las actuaciones dispuestas en el programa no se correspondieron alguna vez con lo que pudimos ver; pero en cualquier caso, en esas ocasiones la actuación alternativa se llevó a cabo en el mismo sitio y ajustándose al mismo horario que la plasmada en el papel, y no sé cómo serían las indicadas, pero desde luego aquellas que las sustituyeron fueron una delicia.

Las monedas que acuñan (ya que las menciono...)

El problema de un evento tan grande es que hay que estar dispuesto a marchar a buen ritmo si no quieres perderte nada. También hay que decir que las diferentes actividades son de índole muy variada, con lo cual lo más probable es que la mayoría prescinda de muchas, así que se puede pasear sin prisa si se tiene claro qué desea uno ver. En mi caso, me parece que he perdido varios kilos correteando de aquí para allá, pero a cambio he presenciado un buen número de actividades (en realidad casi todas, salvo las dirigidas a niños en la Plaza de San Marcos, por donde apenas paré). Para no extenderme demasiado, me detengo aquí, habiendo expuesto unas cuantas impresiones generales, y en la siguiente entrada me detendré a referir las diferentes actividades pormenorizadamente.

¡Hasta la próxima entrada!

jueves, 22 de marzo de 2012

Cuando la Vida imita al Arte: el episodio Gribsby

Hay un fragmento poco conocido en La importancia de llamarse Ernesto que George Alexander, el productor de la obra, hizo recortar al considerar que ésta era demasiado larga. Se trata del llamado “episodio Gribsby”, en honor del personaje presentado en dicha escena: Mr Gribsby, un abogado procurador que busca a “Ernest Worthing” para acompañarlo a la prisión de Holloway por la deuda que tiene con el Savoy.

Dicha deuda fue contraída por el personaje que se hace llamar Ernest en la ciudad, es decir, Jack Worthing, pero la escena que nos ocupa transcurre en casa de éste en el campo, y por ello Mr Gribsby intenta detener a Algernon, quien se hace pasar por Ernest allí. Jack aprovecha la situación para intentar librarse de su inoportuno amigo, que se ha presentado en su casa para conocer a Cecily, la pupila de Jack, sin que éste lo supiera.

Al igual que el resto de la obra, este fragmento está lleno de comentarios hilarantes, sobre todo por parte de Algernon. Wilde probablemente concebiría esta escena a partir de su hermano Willie y él mismo: a pesar de que se le auguraba un brillante futuro en el mundo periodístico, Willie prefirió una vida cómoda, zanganeando de club en club y dejando que su hermano menor pagase indirectamente sus deudas mediante el dinero que ocasionalmente enviaba a su madre (lo cual no sería impedimento para que criticase a Oscar duramente y se mofase de él con sus colegas). A pesar de ello, sería él quien pasase como un buen ciudadano, y durante los juicios de Oscar hizo lo que pudo por humillar a su hermano.

Dejando esto a un lado, hay algo llamativo en esta escena. Los excesos de que se acusa a “Ernest” eran también propios del autor, quien, justo antes de salir de la prisión de Reading, escribiría al alcaide: “no estoy en absoluto avergonzado de haber estado en prisión. Estoy terriblemente avergonzado del materialismo de la vida que me trajo aquí”. Las ideas de Algernon acerca de la conducta de un caballero fueron defendidas también por Wilde: del mismo modo que su personaje afirma que “Ningún caballero hace ejercicio jamás”, Wilde, siendo interrogado acerca de un lugar en el que supuestamente se había citado con un joven, a diez minutos de camino de Tite Street -donde él residía-, contestó: “No lo sé. Jamás camino”. Aparte de ello, la prisión de Holloway, adonde pretenden llevar a Algernon, fue el lugar donde Wilde fue recluido durante los juicios (y comprobaría que la descripción que pone en boca de Gribsby no era en absoluto adecuada para la insalubre celda en que fue encerrado).

Más aún, del mismo modo que Algernon palpa el desastre por culpa de una factura sin pagar, su creador recordaría en ‘De Profundis’ el “viernes fatal”, dos semanas después del estreno de La Importancia de Llamarse Ernesto, en que se vio en la oficina de su abogado, con Lord Alfred Douglas a su lado urgiéndole para que denunciara al marqués de Queensberry, su padre. En la carta, Wilde cuenta una curiosa anécdota:

Aquel viernes fatal, en lugar de estar en la oficina de Humphreys accediendo mansamente a mi propia ruina, podría haber estado feliz y libre en Francia, lejos de ti y de tu padre, desconocedor de su repugnante tarjeta e indiferente a tus cartas, si hubiera podido abandonar el hotel Avondale. Pero […] el propietario dijo que no podía permitir que mi equipaje fuera retirado en tanto no pagase en su totalidad la cuenta [140 libras]. Eso fue lo que me retuvo en Londres. De no haber sido por la factura del hotel me habría ido a París el jueves por la mañana.”

Hay pues una notable dosis de ironía dramática en el fragmento, que burlándose del propio Wilde parece querer darle la razón cuando escribe, en La Decadencia de la Mentira, uno de sus más célebres epigramas:

“la Vida imita al Arte mucho más que el Arte a la Vida”.

A continuación, una traducción mía del episodio Gribsby:


Entra MERRIMAN.

MERRIMAN: He colocado las cosas de Mr. Ernest en la habitación contigua a la suya, señor. ¿Está bien así?

JACK: ¿Qué?

MERRIMAN: El equipaje de Mr. Ernest, señor. He deshecho las maletas y dispuesto sus cosas en la habitación contigua a la suya.

JACK: ¿Su equipaje?

MERRIMAN: Sí, señor. Tres baúles, un neceser, dos cajas de sombreros y una gran cesta de picnic.

ALGERNON: Me temo que esta vez no puedo quedarme más de una semana.

MERRIMAN (a ALGERNON): Disculpe, señor, un caballero desea verle. Acaba de llegar de la estación en un taxi (le entrega una tarjeta en una bandeja.)

ALGERNON: ¿Verme a mí?

MERRIMAN: Sí, señor.

ALGERNON (lee la tarjeta): Parker y Gribsby, Procuradores. No sé nada de ellos. ¿Quiénes son?

JACK (coge la tarjeta): Parker y Gribsby. Me pregunto quiénes pueden ser. Supongo, Ernest, que habrán venido por algún asunto concerniente a tu amigo Bunbury. Tal vez Bunbury quiera hacer testamento y desee que seas su albacea. (A MERRIMAN.) Haga entrar al caballero enseguida.

MERRIMAN: Muy bien, señor.

MERRIMAN sale.

JACK: Espero, Ernest, que pueda confiar en lo que dijiste la semana pasada cuando finalmente resolví por ti todas tus facturas. Espero que no tengas cuentas pendientes de ningún tipo.

ALGERNON: No tengo deudas de ningún tipo, querido Jack. Gracias a tu generosidad no debo ni un penique, excepto por un par de corbatas, creo.

JACK: Estoy realmente contento de oír eso.

Entra MERRIMAN.

MERRIMAN: Mr. Gribsby.

MERRIMAN sale. Entra GRIBSBY.

GRIBSBY (al Dr. CHASUBLE): ¿Mr. Ernest Worthing?

MISS PRISM: Ése es Mr. Ernest Worthing.

GRIBSBY: ¿Mr. Ernest Worthing?

ALGERNON: Sí.

GRIBSBY: De B.4., Hotel Albany?

ALGERNON: Sí, ésa es mi dirección.

GRIBSBY: Lo lamento mucho, señor, pero tenemos una orden de confinamiento durante veinte días contra usted, en representación del Hotel Savoy Co. Limited, por una deuda de £762 14s. 2d.

ALGERNON: ¿Contra mí?

GRIBSBY: Sí, señor.

ALGERNON: ¡Menuda ridiculez! Nunca ceno en el Savoy por mi cuenta. Siempre ceno en Willis. Es mucho más caro. No debo un solo penique al Savoy.

GRIBSBY: Según consta, la orden le fue entregada a usted mismo en el Albany el 27 de mayo. El juicio tuvo lugar sin su comparecencia el 5 de junio. Desde entonces le hemos escrito en no menos de quince ocasiones, sin recibir respuesta alguna. En interés de nuestros clientes no hemos tenido otra opción que obtener una orden de encarcelamiento sobre su persona.

ALGERNON: ¡Encarcelamiento! ¿Qué diantre quiere decir con encarcelamiento? No tengo la menor intención de marcharme. Me quedo aquí una semana. Me quedo con mi hermano. Si usted cree que voy a volver a la ciudad cuando acabo de llegar está usted terriblemente equivocado.

GRIBSBY: Yo soy meramente un procurador. No empleo violencia personal de ningún tipo. El agente del juzgado, cuya función es detener a los deudores, está se quedó atrás esperando. Tiene considerable experiencia en asuntos de este cariz; por ello lo empleamos siempre. Pero sin duda alguna usted preferirá pagar la factura.

ALGERNON: ¿Pagarla? ¿Cómo diantre voy a hacer eso? ¿No creerá que tenga dinero? Es usted un perfecto idiota. Ningún caballero tiene dinero nunca.

GRIBSBY: Según mi experiencia, son normalmente los parientes quienes pagan.

ALGERNON: Jack, debes pagar esta factura.

JACK: Le ruego que me permita ver esas cifras en cuestión, Mr. Gribsby… (Le entrega un inmenso libro)… £762 14s. 2d. desde el pasado octubre. He de decir que nunca había visto tamaña extravagancia en toda mi vida. (Se lo entrega al Dr. CHASUBLE.)

MISS PRISM: ¡£762 por comer! No puede ser muy bueno un joven que come tanto, y tan a menudo.

CHASUBLE: Estamos muy lejos de la vida sencilla y el pensamiento elevado de Wordsworth.

JACK: Bien, Dr. Chasuble, ¿considera usted que deba sentirme impelido de modo alguno a pagar esta monstruosa cuenta de mi hermano?

CHASUBLE: Me siento obligado a decir que no lo creo. Sería fomentar su libertinaje.

MISS PRISM: Un hombre recoge lo que ha sembrado. Este encarcelamiento que se propone podría resultar muy saludable. Deberíamos lamentar que sólo sea por veinte días.

JACK: Estoy muy de acuerdo con usted.

ALGERNON: ¡Amigo mío, no seas ridículo! Sabes perfectamente bien que esa factura es en realidad tuya.

JACK: ¿Mía?

ALGERNON: Sí, sabes que es así.

CHASUBLE: Mr. Worthing, si se trata de una broma, está fuera de lugar.

MISS PRISM: Es una tremenda desfachatez. Exactamente lo que esperaba de él.

CECILY: Y es ingratitud. No esperaba eso.

JACK: No me importa lo que diga. Siempre hace lo mismo. Ahora me vas a decir que no eres Ernest Worthing, residente en B.4., Hotel Albany. Me sorprende, ya que te pones así, que no niegues también ser mi hermano. ¿Por qué no lo haces?

ALGERNON: ¡Oh! No voy a hacer eso, querido amigo. Sería absurdo. Por supuesto que soy tu hermano. Y por ello deberías pagar esa deuda por mí.

JACK: Te diré con toda franqueza que no tengo la menor intención de hacer nada por el estilo. El Dr. Chasuble, el digno rector de esta parroquia, y Miss Prism, en cuyo admirable y sensato juicio deposito gran confianza, son ambos de la opinión de que el encarcelamiento te haría mucho bien. Y yo pienso lo mismo, también.

GRIBSBY (saca el reloj): Lamento interrumpir este agradable encuentro familiar, pero el tiempo apremia. Debemos estar en Holloway no más tarde de las cuatro; de otro modo resulta difícil obtener el pase. Las reglas son muy estrictas.

ALGERNON: ¡Holloway!

GRIBSBY: Es en Holloway donde las reclusiones de este cariz tienen lugar siempre.

ALGERNON: Bueno, desde luego no seré encerrado en los suburbios por haber almorzado en el West End.

GRIBSBY: La cuenta es por cenas, no por almuerzos.

ALGERNON: Me importa un comino. Lo que digo es que no seré encerrado en los suburbios.

GRIBSBY: Admito que los alrededores son de clase media; pero la cárcel en sí es elegante y aireada; y hay amplias oportunidades de hacer ejercicio a ciertas horas predeterminadas del día. En caso de contar con un certificado médico, lo cual es siempre fácil de obtener, los horarios pueden ser extendidos.

ALGERNON: ¡Ejercicio! ¡Dios mío! Ningún caballero hace ejercicio jamás. Parece ser que usted no entiende lo que es un caballero.

GRIBSBY: Me he encontrado con tantos de ellos, señor, que temo no saberlo. Los hay la más variopinta gama. Resultado del refinamiento, sin duda. Sea tan amable de acompañarme ahora, señor, si no es inconveniente.

ALGERNON (suplicante): ¡Jack!

MISS PRISM: Sea firme, Mr. Worthing.

CHASUBLE: Ésta es una ocasión en la que toda debilidad resultaría fuera de lugar. Sería una forma de autoengaño.

JACK: Soy bastante firme, y no conozco debilidad ni engaño alguno.

CECILY: ¡Tío Jack! Creo que tienes algo de dinero mío, ¿no es así? Permíteme que pague esta factura. No me gustaría que tu propio hermano estuviera en prisión.

JACK: ¡Oh! No podría dejarte pagar eso, Cecily. Sería absurdo.

CECILY: Entonces lo harás tú, ¿lo harás? Creo que lamentarías mucho pensar en tu hermano encerrado. Por supuesto, estoy bastante decepcionada con él.

JACK: No volverás a hablar con él, Cecily, ¿verdad?

CECILY: Desde luego que no, a menos, por supuesto, que él hable conmigo primero. Sería muy descortés no contestarle.

JACK: Bien, me encargaré de que él no hable contigo. Me encargaré de que no hable con nadie en esta casa. Merece ser ignorado. Mr. Gribsby…

GRIBSBY: Sí señor.

JACK: Yo pagaré la cuenta por mi hermano. Es la última factura que pagaré por él, también. ¿Cuánto era?

GRIBSBY: £762 14s. 2d. ¡Ah! El taxi serán cinco chelines y nueve peniques más: fue solicitado para comodidad del cliente.

JACK: Muy bien.

MISS PRISM: Debo decir que considero tanta generosidad bastante imprudente.

CHASUBLE (haciendo una floritura con la mano): El corazón tiene su propia sabiduría del mismo modo que la cabeza, Miss Prism.

JACK: ¿A nombre de Parker y Gribsby, supongo?

GRIBSBY: Sí, señor. Le ruego que no marque el cheque. Muchas gracias. (Al Dr. CHASUBLE.) Buenos días. (El Dr. CHASUBLE se inclina fríamente.) Buenos días. (MISS PRISM se inclina fríamente.) (A ALGERNON.) Espero tener el placer de verle de nuevo.

ALGERNON: Yo sinceramente espero que no. Menuda idea tiene acerca del tipo de sociedad con que un caballero quiere verse mezclado. Ningún caballero querría conocer a un procurador que pretende encerrarlo en los suburbios.

GRIBSBY: Ya lo creo, ya lo creo.

ALGERNON: Por cierto, Gribsby… Gribsby, no va a volver a la estación en ese taxi. Ése es mi taxi. Fue solicitado para mi comodidad. Tendrá que ir andando hasta la estación. Y le sentará bien, además. Los procuradores apenas caminan. No conozco a procurador alguno que haga suficiente ejercicio. Como norma general se sientan todo el día en oficinas viciadas, desatendiendo sus obligaciones.

JACK: Puede tomar el taxi, Mr. Gribsby.

GRIBSBY: Gracias, señor.

GRIBSBY sale.





Versión de la obra realizada en 1986 para la televisión, en la que el director decidió introducir dicho fragmento (aparece también en la versión de 2002 con Colin Firth y Rupert Everett)

When Life imitates Art: The Gribsby Episode

There is a rather unknown fragment in The Importance of Being Earnest which George Alexander, the producer, ordered to be cut because he considered that the play was too long. I am talking about the “Gribsby episode”, so called before the character introduced in that scene: Mr Gribsby, a Solicitor who is looking for “Ernest Worthing” in order to escort him to Holloway Prison because of a debt to the Savoy.

That debt was contracted by the character that is known as Ernest in the city, this is to say, Jack Worthing; but as the scene takes place in his house in the country, it is Algernon that Mr Gribsby tries to detain, since Algernon pretends to be Ernest there. Jack takes advantage of this opportunity to try to get rid of his inopportune friend, who has turned up in his house to meet Cecily, Jack’s ward, being his guardian not apprised of the facts.

As it happens with the whole play, the fragment is plenty of hilarious comments, especially on the part of Algernon. Wilde probably conceived this scene with his brother Willie and himself as models: in spite of having a bright future in the journalistic world, Willie preferred to devote himself to idle life, lazing around from club to club and allowing his younger brother Oscar to pay his debts with the money he sent to their mother from time to time (even though he criticised Oscar harshly, and mocked him with his club fellows). Nonetheless it was him who pretended to be a good citizen, and during Oscar’s trials he did his best to humiliate his brother.

Leaving this aside, there is something remarkable in this scene. The excesses of which “Ernest” is accused were also typical of the author, who wrote to the governor of Reading Prison just before his release: “I am not a scrap ashamed of having been in prison. I am horribly ashamed of the materialism of the life that brought me there”. Algernon’s ideas concerning the behaviour of a gentleman were defended by Wilde as well: while his character asserts that “No gentleman ever takes exercise”, Wilde, when questioned about an alleged site for a meeting with a young man that was ten minutes’ walk from Tite Street –where he resided-, he answered: “I don’t know. I never walk”. Apart from that, Holloway Prison, where Algernon is to be shut, was the place where Wilde was imprisoned during his trials (and he was to realize that the description he put on the lips of Gribsby was far from accurate, in comparison with the unhealthy cell he was locked in).

Furthermore, as Algernon is at the edge of disaster because of an unpaid bill, his creator would later recall in ‘De Profundis’ the “fatal Friday”, two weeks after The Importance of Being Earnest opened, when he was in his lawyer’s office, Lord Alfred Douglas at his side urging him to sue Lord Queensberry, his father. In the letter, Wilde remembers a curious anecdote:

On that fatal Friday instead of being in Humphreys’ office weakly consenting to my own ruin, I would have been happy and free in France, away from you and your father, unconscious of his loathsome card, and indifferent to your letters, if I had been able to leave the Avondale Hotel. But […] the proprietor said he could not allow my luggage to be removed from the hotel till I had paid the account [£140] in full. That is what kept me in London. Had it not been for the hotel bill I would have gone to Paris on Thursday morning.

There is therefore a good deal of dramatic irony within the fragment, which mocks Wilde himself at the time it seems to prove he is right when he wrote, in The Decay of Lying, one of his most famous epigrams:

“Life imitates Art far more than Art imitates Life”.

And now for something completely different… the Gribsby episode:


Enter MERRIMAN.

MERRIMAN: I have put Mr. Ernest’s things in the room next to yours, sir. I suppose that is all right?

JACK: What?

MERRIMAN: Mr. Ernest’s luggage, sir. I have unpacked it and put it in the room next to your own.

JACK: His luggage?

MERRIMAN: Yes, sir. Three portmanteaus, a dressing case, two hat-boxes, and a large luncheon-basket.

ALGERNON: I am afraid I can’t stay more than a week this time.

MERRIMAN (to ALGERNON): I beg your pardon, sir, there is an elderly gentleman wishes to see you. He has just come in a cab from the station (Hands card on salver.)

ALGERNON: To see me?

MERRIMAN: Yes, sir.

ALGERNON (reads card): Parker and Gribsby, Solicitors. I don’t know anything about them. Who are they?

JACK (takes card): Parker and Gribsby. I wonder who they can be. I expect, Ernest, they have come about some business for your friend Bunbury. Perhaps Bunbury wants to make his will and wishes you to be executor. (To MERRIMAN.) Show the gentleman in at once.

MERRIMAN: Very good, sir.

MERRIMAN goes out.

JACK: I hope, Ernest, that I may rely on the statement you made to me last week when I finally settled all your bills for you. I hope you have no outstanding accounts of any kind.

ALGERNON: I haven’t any debts at all, dear Jack. Thanks to your generosity I don’t owe a penny, except for a few neckties, I believe.

JACK: I am sincerely glad to hear it.

Enter MERRIMAN.

MERRIMAN: Mr. Gribsby.

MERRIMAN goes out. Enter GRIBSBY.

GRIBSBY (to Dr. CHASUBLE): Mr. Ernest Worthing?

MISS PRISM: This is Mr. Ernest Worthing.

GRIBSBY: Mr. Ernest Worthing?

ALGERNON: Yes.

GRIBSBY: Of B.4., The Albany?

ALGERNON: Yes, that is my address.

GRIBSBY: I am very sorry, sir, but we have a writ of attachment for twenty days against you at the suit of the Savoy Hotel Co. Limited for £762 14s. 2d.

ALGERNON: Against me?

GRIBSBY: Yes, sir.

ALGERNON: What a perfect nonsense! I never dine at the Savoy at my own expense. I always dine at Willis’s. It is far more expensive. I don’t owe a penny to the Savoy.

GRIBSBY: The writ is marked as having been served on you personally at The Albany on May the 27th. Judgement was given in default against you on the fifth of June. Since then we have written to you no less than fifteen times, without receiving any reply. In the interest of our clients we had no option but to obtain an order for committal of your person.

ALGERNON: Committal! What on earth do you mean by committal? I haven’t the smallest intention of going away. I am staying here for a week. I am staying with my brother. If you imagine I am going up to town the moment I arrive you are extremely mistaken.

GRIBSBY: I am merely a Solicitor myself. I do not employ personal violence of any kind. The Officer of the Court, whose function it is to seize the person of the debtor, is waiting in the fly outside. He has considerable experience in these matters. That is why we always employ him. But no doubt you will prefer to pay the bill.

ALGERNON: Pay it? How on earth am I going to do that? You don’t suppose I have got any money? How perfectly silly you are. No gentleman ever has any money.

GRIBSBY: My experience is that it is usually relations who pay.

ALGERNON: Jack, you really must settle this bill.

JACK: Kindly allow me to see the particular items, Mr. Gribsby… (turns over immense folio)… £762 14s. 2d. since the last October. I am bound to say I never saw such reckless extravagance in all my life. (Hands it to Dr. CHASUBLE.)

MISS PRISM: £762 for eating! There can be little good in any young man who eats so much, and so often.

CHASUBLE: We are far away from Wordsworth’s plain living and high thinking.

JACK: Now, Dr. Chasuble, do you consider that I am in any way called upon to pay this monstrous account of my brother.

CHASUBLE: I am bound to say that I do not think so. It would be encouraging his profligacy.

MISS PRISM: As a man sows, so let him reap. This proposed incarceration might be most salutary. It is to be regretted that it is only for twenty days.

JACK: I am quite of your opinion.

ALGERNON: My dear fellow, how ridiculous you are! You know perfectly well that this bill is really yours.

JACK: Mine?

ALGERNON: Yes, you know it is.

CHASUBLE: Mr. Worthing, if this is a jest, it is out of place.

MISS PRISM: It is gross effrontery. Just what I expected from him.

CECILY: And it is ingratitude. I didn’t expect that.

JACK: Never mind what he says. This is the way he always goes on. You mean now to say that you are not Ernest Worthing, residing at B.4., The Albany. I wonder, as you are at it, that you don’t deny being my brother at all. Why don’t you?

ALGERNON: Oh! I am not going to do that, my dear fellow. It would be absurd. Of course I’m your brother. And that is why you should pay this bill for me.

JACK: I will tell you quite candidly that I have not the smallest intention of doing anything of the kind. Dr. Chasuble, the worthy Rector of this parish, and Miss Prism, in whose admirable and sound judgement I place great reliance, are both of the opinion that incarceration would do you a great deal of good. And I think so, too.

GRIBSBY (pulls out watch): I am sorry to disturb this pleasant family meeting, but time presses. We have to be at Holloway not later than four o’clock; otherwise it is difficult to obtain admission. The rules are very strict.

ALGERNON: Holloway!

GRIBSBY: It is at Holloway that detentions of this character take place always.

ALGERNON: Well, I really am not going to be imprisoned in the suburbs for having dined in the West End.

GRIBSBY: The bill is for suppers, not for dinners.

ALGERNON: I really don’t care. All I say is that I am not going to be imprisoned in the suburbs.

GRIBSBY: The surroundings I admit are middle class; but the gaol itself is fashionable and well-aired; and there are ample opportunities of taking exercise at certain stated hours of the day. In the case of a medical certificate, which is always easy to obtain, the hours can be extended.

ALGERNON: Exercise! Good God! No gentleman ever takes exercise. You don’t seem to understand what a gentleman is.

GRIBSBY: I have met so many of them, sir, that I am afraid I don’t. There are the most curious varieties of them. The result of cultivation, no doubt. Will you kindly come now, sir, if it will not be inconvenient to you.

ALGERNON (appealingly): Jack!

MISS PRISM: Pray be firm, Mr. Worthing.

CHASUBLE: This is an occasion on which any weakness would be out of place. It would be a form of self-deception.

JACK: I am quite firm, and I don’t know what weakness or deception of any kind is.

CECILY: Uncle Jack! I think you have a little money of mine, haven’t you? Let me pay this bill. I wouldn’t like your own brother to be in prison.

JACK: Oh! I couldn’t possibly let you pay it, Cecily. That would be absurd.

CECILY: Then you will, won’t you? I think you would be sorry if you thought your own brother was shut up. Of course, I am quite disappointed with him.

JACK: You won’t speak to him again, Cecily, will you?

CECILY: Certainly not, unless, of course, he speaks to me first. It would be very rude not to answer him.

JACK: Well, I’ll take care he doesn’t speak to you. I’ll take care he doesn’t speak to anybody in this house. The man should be cut. Mr. Gribsby…

GRIBSBY: Yes, sir.

JACK: I’ll pay this bill for my brother. It is the last bill I shall ever pay for him, too. How much is it?

GRIBSBY: £762 14s. 2d. Ah! The cab will be five-and-ninepence extra: hired for the convenience of the client.

JACK: All right.

MISS PRISM: I must say that I think such generosity quite foolish.

CHASUBLE (with a wave of the hand): The heart has its wisdom as well as the head, Miss Prism.

JACK: Payable to Parker and Gribsby, I suppose?

GRIBSBY: Yes, sir. Kindly don’t cross the cheque. Thank you. (To Dr. CHASUBLE.) Good day. (Dr. CHASUBLE bows coldly.) Good day. (MISS PRISM bows coldly.) (To ALGERNON.) I hope I shall have the pleasure of meeting you again.

ALGERNON: I sincerely hope not. What ideas you have of the sort of society a gentleman wants to mix in. No gentleman ever wants to know a Solicitor who wants to imprison one in the suburbs.

GRIBSBY: Quite so, quite so.

ALGERNON: By the way, Gribsby: Gribsby, you are not to go back to the station in that cab. That is my cab. It was taken for my convenience. You have got to walk to the station. And a very good thing, too. Solicitors don’t walk nearly enough. I don’t know any Solicitor who takes sufficient exercise. As a rule they sit in stuffy offices all day long neglecting their business.

JACK: You can take the cab, Mr. Gribsby.

GRIBSBY: Thank you, sir.

GRIBSBY goes out.




A 1986 TV version of the play, where the director decided to introduce the fragment.