martes, 26 de junio de 2012

Arde Lucus MMXII (II)

Tal y como dije en la entrada anterior, en la presente daré cuenta de algunas de las actividades del festival de Arde Lucus de este año.


Antes de nada, he de señalar que llegué a Lugo el sábado a mediodía, y no comencé mi andanza de actividad en actividad hasta después de la comida. Así pues, a todo lo que yo pueda contar cabe añadir al menos un día y una mañana más de festejos.

Este juguete no viene a cuento, pero tampoco tenía dónde meterlo.

A eso de las cuatro y media salí de casa y di un primer paseo de reconocimiento por la Plaza Mayor (el cantón) y Campo Castelo, por ver qué tal estaba el ambiente. A pesar del calor (caía un sol de justicia) había bastante gente ya a esas horas, especialmente en las terrazas y en las mesas entoldadas dispuestas para la ocasión. Hay un gran número de bares y tabernas que participan en el festival, ofreciendo degustaciones y algún que otro detalle especial para la ocasión. Detrás del Ayuntamiento, además, se dispuso un puesto bestial que estuvo cociendo y friendo bichos sin descanso (entiéndase: preparando chorizo, costillas y pulpo).


No tardé en ponerme a buscar el lugar donde paraba la primera actividad que me propuse ver: los bautizos celtas, a cargo de la asociación Ilusión-Arte. Afortunadamente iba con tiempo, y es que cuando no sabes dónde queda exactamente el lugar, es algo complicado de localizar. Has de tomar una callejuela que da a una plazoleta (la Plaza de O Cantiño) y desde allí acceder al paseo interior de la muralla. El sitio es recogido y tranquilo, y no había demasiada gente cuando llegué. Quienes quisieran participar no tenían más que hacer cola ante un arco florido, e iban pasando poco a poco al espacio en que una sacerdotisa ungía sus frentes con agua y luego, con una mano en la frente y otra tomándoles una mano, pronunciaba una fórmula. A continuación continuaban hasta un pequeño puesto donde les entregaban un certificado y cogían una piedrecita con una runa (escandinava, todo sea dicho) inscrita. A la salida, podían consultar el significado de la runa, lo que ésta otorgaría.


La misma asociación celebra también bodas celtas, a las que no asistí. Según me contó una pareja que tenía cerca, has de participar en el ritual cada año, hasta llegar a la séptima ceremonia, que vincularía para el resto de la vida. Se ve que los celtas ya pensaban en las parejas que se profesan amor eterno de dos meses ;)

Tras un rato allí me encaminé a la Plaza de Santa María, junto a la catedral, para llegar al acto de fundación de la ciudad y un pregón (ya empezado) seguido de la recepción de las legiones romanas y de las tribus castreñas. Decir que paseando por la ciudad resulta difícil no coincidir con algún desfile, como los de la Cohors III Lucensium (que a la una menos cuarto de la mañana realiza una marcha con antorchas especialmente atractiva, el Desfile del Fuego), los de la asociación Civitas Limicorum o los de los tambores de Viana do Castelo.


Después de algún que otro tumbo más por la ciudad, visitando entre otros sitios la plaza que hay delante de la estación de autobuses (creo que es la de la Constitución), donde estaba asentado el campamento de los artifex: los herreros, mostrando cómo desempeñan su labor al aire libre, y (creo) el colegio de restauradores, trabajando la piedra. Por el camino me encontré también con viejos conocidos del mercado romano de Calagurris, que esta vez iban caracterizados como castreños y realizaban algún que otro número por las calles.



Hacia las siete y media ocupé posiciones de nuevo en la Plaza de Santa María, para asistir al espectáculo que ofrecían los lanistae. Seis gladiadores, hombres y mujeres, salieron a la lid con sus diferentes armas y se batieron allí para regocijo del público. En líneas generales me pareció históricamente riguroso y muy instructivo (¡quién lo iba a decir de una actividad así!), pero la coreografía dejaba un poco que desear, así que no tardé en marcharme para echar un vistazo al campamento romano en la Plaza Mayor, que aún no había visitado. Cerraban al poco tiempo para que se reagrupara allí la Cohors III antes de otra marcha, así que me dejé las fotos para el día siguiente (pero pongo alguna ahora aunque sean del domingo, para matar el gusanillo).


El casco de Gladiator me pareció una pifia, pero el resto estaba bastante bien.


Tras esto volví a casa un rato. Volví a salir después de la cena, para no perderme lo que prometía el programa para esa noche: la Quema de la Moenium, una ofrenda a los dioses castreños, la subasta de esclavos, correcalles a la luz de las antorchas, una queimada… pero todo ello, que fue realmente maravilloso, me lo guardo por no extenderme demasiado para la siguiente entrada.

En la próxima entrada...

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